Rosa Mª Lindo Ortiz Mediadora Familiar. |
Estábamos llevando a cabo una labor voluntaria de difusión de
mediación en un juzgado de la provincia de Sevilla. Atendíamos casos de juicios
de faltas entre familiares. En el caso que nos ocupa los protagonistas de la
historia eran un abuelo y su nieta.
Primero conocimos a la chica, que iba acompañada por su
madre, hija del anciano. Era una mujer joven que se sentía confundida y
disgustada por estar en un juzgado y haber sido denunciada por su abuelo. Le
sugerimos la posibilidad de hablar con él antes de entrar en juicio,
informándole previamente sobre nuestra labor allí. Ella aceptó sin dudarlo y
entró en la sala que utilizábamos para las sesiones.
Después de esto, fuimos a la búsqueda del abuelo. Era un
hombre bastante mayor, de complexión gruesa que iba en silla de ruedas. Nos
presentamos y al igual que hicimos con su nieta, le informamos sobre nuestra
labor y sobre la oportunidad de hablar con ella. El hombre tenía dificultades
para oírnos y entendernos. Empezó entonces a hablarnos sobre el accidente que
había sufrido uno de sus hijos, sobre un problema que había con la herencia y
nosotras nos miramos, comprendiendo que el señor estaba confundido, pues la
denuncia había sido por insultos.
Le aclaramos que él estaba allí porque había denunciado a su
nieta, y que ella estaba dispuesta a hablar con él antes de entrar en juicio y
el hombre aceptó.
Nos encaminamos entonces hacia la sala pero cuando intentamos
entrar, la silla de ruedas en la que iba el abuelo no nos permitió hacerlo. La
situación en la que nos encontramos era así: la nieta, la madre y yo dentro de
la sala. El hombre encajado en el marco de la puerta, y mi compañera fuera de
la sala.
Así, como comprenderéis era muy difícil hacer una buena
sesión informativa pero, la verdad es que no hizo falta. La nieta y su madre en
cuanto vieron al abuelo, comenzaron a hablar con él con mucho cariño. Querían
aclarar el motivo de la denuncia y el abuelo reaccionó recordando el porqué.
Increpó a su nieta por haberlo insultado en una ocasión durante el tiempo en
que el anciano había vivido con ella y con su madre. El abuelo se desahogaba,
demostrando el daño que sentía por la actitud de su nieta con él. La hija le
recordaba el amor con el que lo habían cuidado y el respeto que sentían por él.
Todo aquello entre lágrimas y desconsuelo pero sin gritos y con mucho respeto.
Después de haber aclarado los motivos, la nieta se acercó al
abuelo y le pidió perdón. El abuelo lo aceptó y ambos se besaron y abrazaron.
Igualmente ocurrió con la madre de la chica.
Nosotras vivimos aquello como meras espectadoras porque
fueron ellos los que mediaron y arreglaron sus diferencias de un modo pacífico
y con amor, que es la mejor manera de arreglar nuestras rencillas con aquellos
que queremos.
Aquello no parecía muy profesional, un hombre encajado en la
puerta, mi compañera y yo en lugares diferentes y sin poder informar
correctamente….pero hicimos algo importante, darles la oportunidad a ellos, a
los verdaderos protagonistas de la historia y, como no podía ser de otro modo, la mediación salió sola.
Rosa Mª Lindo Ortiz.
Mediadora Familiar y de Menores nº 1374.